Nació en Paraná el 10 de octubre de 1921. Concurrió tres años al Colegio Nacional y frecuentó otros tres en el Instituto Nacional del Profesorado de Literatura. Su formación puede considerarse autodidáctica, hasta alcanzar profundos conocimientos estilísticos.
Como suele suceder con algunos escritores y poetas, la guitarra es su instrumento íntimo, en la que pocos lo han escuchado, y las finezas silenciosas del ajedrez.
Su actividad como integrante de instituciones de carácter literario se ha desarrollado intensamente y ha sido cofundador de la SADE (Paraná) y del Club de Letras de Entre Ríos (CLER) de la Asociación de Escritores Entrerrianos y organizó la Sección Letras de la Dirección de Cultura de la Provincia, donde puso en marcha tres líneas editoriales: la de los Premio Literario Fray Mocho, Muestra Literaria Departamental Entre Ríos y Ediciones Dirección de Cultura de Entre Ríos a los que agregó la creación de Salón de Poema Ilustrado.
Ha asistido a congresos y representado a la Provincia.
Obtuvo distinciones y premios. Dirigió durante cinco años el espacio Entre Ríos Cultural por LT10 Radio de la Universidad Nacional del Litoral.
Falleció en Paraná el 8 de enero de 2008.

Frío
(paisaje de junio)

Ha llegado el invierno
despoblando las calles mojadas;
sombríos los cristales
miran con largas lágrimas
la ciudad desolada

una mano de niño
enjuga la tristeza
del vidrio en la ventana
para mirar
la plaza abandonada

…. Y el viento,
que ahora anima el lenguaje ruinoso
de las hojas heladas,
nos habla y nos habla y no
nieva en el alma su voz despiadada…


Poemas de abril

I

En este tallo hay un pimpollo
bien apretado en verde chal
palpita el rosa de su pómulo
bajo la piel vegetal.

Es en abril y al sol del patio
que se produce esta señal
como si fuera el mes de mayo
en lo de Pierre de Ronsard.

Era otra casa en otro tiempo,
otro rosal, otra printemps,
otro el Poeta que ponía

Poemas suaves como pétalos
en demoisellles d'autres temps;
y en lo mejor de nuestra vida.

II
Desde el rubor de una amapola.
Desde la luna de un jazmín.
Desde el pudor de una violeta.
Desde el modal de un alhelí.

El sentimiento de la hora
trae recuerdos de jardín.
Siente en sus vísceras la siesta
lo que una vez hubo de Ti.

A veces pienso en un naufragio.
Tal vez allí estaba tu cuerpo.
No sé en qué sombras de la noche

te me soltaste de la mano.
Bajo qué estrellas ni en que bote
se va tu bello sueño muerto.

III

Puede haber sido una paloma
puede haber sido un picaflor,
tal vez el alma de la hora,
tal vez el hálito de sol.

Era ese ámbito vacío
donde la nada es catedral,
una gran gota de rocío
con reverbero sideral.

Hay una luz color de nieve
sobre la tibia oscuridad.
Yo piso un mundo que se mueve

tan inseguro que se va;
que se va yendo, que se pierde,

que ni se ve en la inmensidad.



Nació en Paraná el 23 de setiembre de 1910. En dicha ciudad termina la carrera de magisterio, para seguir, luego, estudios universitarios hasta obtener el título de escribano. Sin embargo su personalidad no crecería  en ninguna de estas direcciones. Una hipocondría, que el tiempo habría de agudizar, lo reduce a una actitud contemplativa, favorecida por su bohemia romántica amante de “los crepúsculos que doraban el vino”.

Hacia el año 1940 se radica en Concepción del Uruguay, donde permanecerá por algún tiempo. Aquí se vincula con quehacer periodístico y llega a ejercer la dirección del diario “La Calle” en 1944. Mas su idiosincrasia no se avenía a las obligaciones de una tarea rutinaria y, pocos meses después, abandona aquel cargo para volver a su ciudad natal.

Algunos breves períodos de residencia en Buenos Aires le permiten relacionarse con los círculos literarios y llega a colaborar en diarios y revistas porteñas. Bruscamente su vida experimenta un cambio sustancial, cuando su salud quebrantada lo confina en un rincón privilegiado de la provincia de Córdoba. En “La Serranita” vive, prácticamente exiliado, durante muchos años, aunque sin haber podido desprenderse de aquella tristeza que era su daño. Allí lo sorprende la muerte el 26 de agosto de 1968.



Envío

Para la clara novia que en su banco — bandera
de amor — dejó bordadas nuestras dos iniciales.
Quince años. Hacia octubre, bajo los delantales,
su pecho recitaba toda la primavera.

Para la compañera
que se graduó de ramos de rosas otoñales.
Colegial vaporosa de azules siderales.
(Aún se duda una lágrima y una sonrisa espera).

Para la que de penas de amor y de primera
tabla de logaritmos — ¡Oh trenzas colegiales! —
se anticipó al misterio de la inicial ojera.

En su voz de raíz cúbica dio flores musicales.
Y para la que hoy mira con ojos maternales
estos versos que agravan sus tardes de soltera.

Manos labradoras

Altas entre sus hoces ¿no son una pregunta
sobre el linar, cargadas de trabajos y días?
¡Oh laboriosas!, lentas bajo las profecías
del Angelus que pasa, las detiene y las junta.

Mansas, sufridas, buenas, más recias que la yunta
que uncen esperanzadas y desuncen sombrías.
Lo mismo que sus bueyes fueron dos bestias pías
atadas a la tierra ... Soles de punta a punta.

Ya es el Otoño y pobres. (Cual cigüeñas doradas
con el niño de luz de un lucero divino
pasan las tardes lentas, y aún les rezan, cansadas).

Cansadas, pero en alto sobre le cielo del lino.
Sabias sus curvas hoces: ¿qué inquieren al destino?
¿Dudan que ni en la muerte se dormirán cruzadas?

Presencia de las tardes

Ella cruzó estas tardes conversadas de pájaros,
de blanco y aniñada con adornos de viento.
Esta calle fue linda costumbre de sus pasos.

Una encarnada rosa le embanderaba el pecho
después que entre jardines decidiera sus manos.
(En su pecho una flor como en un libro abierto).

Artífice su gracia,
como otras gastan joyas sólo gastaba gestos.

Los escondía en sombra camino de las tardes.
Camino de las tardes los quiere mi recuerdo.

(¡Ah, cuando hasta sus labios acudiendo una rosa
—sembrada en su sonrisa — le perfumó el silencio!)

Porque su boca siempre terminaba en silencio
aunque su risa hubiera sido en sombras
un relevo de pájaros durmiendo.

Lo mismo que el callar de las guitarras
era toda de llantos hacia adentro.

Camino de las tardes la encuentra mi recuerdo. 




Nació en Don Cristóbal, Entre Ríos, el 16 de agosto de 1903. Sus estudios lectivos fueron muy pocos. Terminó la escuela primaria, lo que no le impidió adquirir amplios conocimientos mediante buenas y profundas lecturas de autodidacta; preparación que lo convirtió en propulsor de la cultura, sobre todo las letras, en los lugares que residió: Crespo y Paraná. En esta ciudad fundó la agrupación literaria “Vértice”, de la que fue su primer presidente, así como las revistas “Rumbos” y “Libre verbo”. En diversas épocas ha publicado sus poemas en “La Nación”, “La Prensa”, “Democracia” y “La Capital”, de Rosario, así como en “El Diario” de Paraná y en otros del interior de Entre Ríos y revistas “Mundo Argentino” y “El Hogar”. Presidió el Sindicato de Escritores de Entre Ríos.
Publicó en 1938, su único libro “Poesías de mi Aldea”, mimeografiado por Ediciones “Comarca”, fundada por Amaro Villanueva.
Ha obtenido numerosos premios en concursos de poesías y un primer premio en un concurso de cuentos organizado por una entidad cultural de Victoria.

MAÑANA (de “Poesías de mi Aldea”)

Se despierta la aldea, y un cacarear sonoro
hace coro al bullicio de la vida que empieza;
un buey octogenario mastica su pereza
mientras mira a las vacas con paternal decoro.

El suelo húmedo escarban las pezuñas de un toro
mientras brama su alarde de indomable fiereza;
Júpiter se ha metido dentro de su cabeza
y sueña con Europa la de las trenzas de oro.

Cantando alegremente, Juana la campesina,
con su garbo y sus baldes al corral se encamina,
y hay claveles y rosas en su cara risueña;

En la ubre blanda y tibia hunde su breve mano,
y el sol rubio y lascivo deja un beso pagano
en su seno más blanco que la leche que ordeña.

TARDE (de “Poesías de mi Aldea”)

La tarde en su paleta raros colores junta
para adornar su traje de exóticos dibujos,
y en la sombra dos pinos, son dos frailes cartujos
que perforan el cielo con sus gorros en punta.

Con el dedo en los labios detiene una pregunta
el molino esquelético de cambiantes reflujos;
en el hogar, la abuela cuenta un cuento de brujos
con sabor a leyenda que mil años trasunta.

Entre la hierba oculta, la sonata de un grillo
corta el silencio adusto con musical cuchillo:
las luciérnagas vuelan como alados diamantes.

Y del bosque que finge un fantasmal castillo
sale la luna llena, y en su disco amarillo,

Jesús, José y María van caminando errantes.

Siesta de aldea

Se adormece la aldea bajo una siesta de oro,
mecida por el áspero canto de la cigarra;
y a robar de las uvas el morado tesoro
una oruga ladrona va subiendo a la parra.

Con su pico curvado como un alfanje, el loro,
que bajo un sol de fuego su plumaje achicharra.
tiene el perfil adusto de un caballero moro
escuchando impasible la guerrera fanfarria.

Bostezando su tedio abre la boca el pozo;
un pollo inicia un flirt, mirando receloso
al gallo que le acecha con instinto asesino,

y camino del charco, dejando el garabato
de una escritura china, va caminando un pato,
y es un burgués rechoncho que se marcha al casino.

COMO EN EL MURO LA HIEDRA

Tiempo de tu vida en flor,
tiempo de tu primavera;
el aire con voz de nardos
se te quedaba en las trenzas
y un regalo de claveles
pintaba tu boca fresca.

Tiempo de mis cielos claros;
tiempo de tus quince estrellas,
treinta y tres muertes divinas
sumaban nuestras presencias,
años que para la vida
eran treinta y tres banderas
Arroyito para niños
cantador y de aguas frescas,
en tu sangre de cristal
bailaban claras estrellas.

Delgada en filo de tiempo
te sutiliza la ausencia;
ya un temblor de lirios altos
te hermana con la quimera
y un blanco olvido de luna
me dice que ya estás muerta.

¿Qué fue de la dulce niña
rosa entre rosas trigueñas?
¿Vida sutil de agua y viento
y presencia de banderas,
motivo de mariposas
volando en la primavera?
¡Ay, está en mi corazón

como en el muro la hiedra!



Nació en 1917 en Paraná donde vivió. Autodidacta. Colaboró con trabajos periodísticos y de investigación en diarios y revistas de su provincia. Para el cancionero de acervo folcórico dejó importantes composiciones literarias que, musicalizadas por su hijo Miguel, definieran como “Canciones paranaseras”. 
Sus poemas Madrugada del pescador, la barca encostada, Milonga del estibador, La soledad de don Villa, entre otros, son cantados y difundidos por diversos artistas locales, principalmente su hijo Miguel. Vinculado al movimiento cultural e interesado en los procesos históricos realizó investigaciones acerca de la Primera Colonia Agrícola Militar Argentina de Las Conchas, hoy Villa Urquiza. La información de los acontecimientos pasados tanto como las contingencias del presente fueron tema de sus escritos periodísticos. En tanto, sus poesías versan sobre su entorno cotidiano. Falleció en Paraná en 1996.

Campanilla azul

Con flores silvestre retornó a la
infancia
y por más que el tiempo nos tienda
su tul
perduran en mi alma tus bellos
matices
flor de los humildes, campanilla
azul.

Cuando en las mañanas ranchos y
cercados
lucían tu manto de azul ilusión,
eras como un cálido pañal de lirismo
cubriendo en el niño la tierna
emoción.


Galante el rocío te dejaba perlas;
descortés su tierra aquel callejón
y en más de una triste tarde
pueblerina
mojaron tus pétalos temprana
aflicción.

Por darnos amparo bajo tu entramada
morías al fuego del sol estival.
Y así te inmolabas sin mito o leyenda
En un claro símil de amor natural.

La madrugada del pescador

Mientras surca el ancho río
en la madrugada clara
una canoa que deja
el ritmo de las remadas
se oye un silbido que trasunta
río, hombre, cielo en calma.

Bordonea el espinel
a la proa atravesado
para indicar al baqueano
que está prendido un dorado;
luego un triunfal alarido
nos confirma lo anunciado.


Pescador del Paraná,
te acompañaré hasta el alba
para que la soledad
no logre apagar tu llama.
Hermano del corto sueño
y de la esperanza larga.
Pescador del Paraná,
te acompañaré hasta el alba

Fogoncitos trasnochados
donde el pescador matea.
Al mirarlos desde lejos
sobre las aguas serenas
pareciera que las islas
lucen un tendal de estrellas.

Nadador de madrugadas:
nada a flor de agua el lucero
para irse a dormir tranquilo
fresquito en el firmamento,
remanseando entre los ranchos
la pobreza del islero.

Pescador del Paraná,

te acompañaré hasta el alba 

Poema musicalizado por su hijo, el ZURDO Martínez 





Nació en Puerto Ruiz, el 8 de septiembre de 1909. Publicó su primer libro a los 39 años, y fue autodidacta hasta los 47, edad en que completó su ciclo primario e inició el secundario para obtener el título de Maestro Normal Nacional a los 49 años, en la Escuela Normal de Paraná. Ejemplo para los jóvenes y para quienes puedan creer que alguna vez es arde para estudiar, el Gobierno lo distinguió, dándole a elegir el establecimiento en que quisiera ejercer y optó por una escuela nocturna de la ciudad de Paraná. En la escuela nocturna fundó la Biblioteca del Sesquicentenario, de la que fue su primer presidente. Luego inició los estudios de Literatura y Castellano en el Instituto Nacional del Profesorado de Paraná, y paralelamente de Derecho en Santa Fe. En 1962 se trasladó a Misiones donde ejerció durante nueve años en San Ignacio, la cátedra de Castellano y Literatura. Allí fundó el teatro vocacional San Ignacio y llevó a escena varias obras. Promovió exposiciones de poemas ilustrados y la Fiesta de la Poesía.

En Entre Ríos ocupó cargos como director de Prensa, presidente de la Dirección Provincial de Turismo, Comisionado Municipal y pronunció numerosas conferencias sobre temas literarios e historiográficos.


En el año 1971 se jubiló como Profesor de Castellano y Literatura. Ejerció el periodismo desde1932 hasta 1950. Fue corresponsal viajero del diario El Territorio de Posadas. Como conferencista dio conferencias en el extranjero y en nuestro país. En 1948 obtuvo el premio de Letras Urquiza de Entre Ríos, con su libro Coplas. En 1981 se recibió de Maestro de Cerámica en la Escuela de Artes Visuales. Perteneció al Club de Letras y a SADE. Falleció en Paraná el 23 de agosto de 2006.

Del buen día

Seis días de temporal,
Agua, viento, barrio y frío;
Sinfonía de las ranas
Martilleando los oídos.

Afuera, paisaje ahumado,
Licuoso borrón  ceniza;
Adentro, silencios largos
Y un decir: ¡Dios nos asista!

Hoy amaneció limpito
El cielo, y una emoción
De cálidas alegrías
Está regalando el sol.

EL vecino de mi casa
Que no oculta su alegría,
Me ha saludado con un
Jubiloso: ¡Muy buen día!

En verdad no es para menos;
Y de esto nadie se asombre:
El sol en invierno es vida
para el rico y para el pobre. 

Abril y mayo

Abril y mayo, la ciudad te aguarda
en una espera plena de alegría,
una fiesta de luz tienen los días
y su anticipo de frío no acobarda.

Un poco del verano se retarda
y en una luminosa epifanía
se esmalta en claridad lo que diría
un buen momento que abril y mayo guarda

eclosión de rosales que florecen,
rúbrica de morajúes que parecen
nostalgioso emigrar de golondrinas,

intimidad de plazas que se ofrecen,
con sus duendes azules mientras crecen
los grillos con su eterna sonatina. 

Este soñar mirando un pino

Es un índice verde señalándome el cielo
el pino que contemplo cuando se va la tarde,
catedral donde el viento se frustra en ese alarde
de doblegar su cúpula de vigía en desvelo.

Yo siento por el pino un revelado anhelo
que trasciende el silencio y me torna cobarde
para decirte: amiga has tardado y es tarde
para crecer en alas y tenderse en un vuelo.

Que nos lleve por rutas lejanas donde habita
la golondrina, el grillo, la sombra pequeñita
de una brizna de hierba brillante de rocío,

donde la fantasía al ensueño concita,
y allí sentirte mía esperando la cita
con el velero azul y el nostalgioso río. 



Galo Zaragoza nació en Paraná el 17 de octubre de 1904 y murió en Paraná el 31 de marzo de 1965. Dentro de estas dos fechas se inscribe una vida modesta, altamente sacrificada y doliente, que sólo tuvo en su transcurso difícil y en sus tan dolorosas etapas finales, la confortación de la Poesía.
Vestido con el mandil de tipógrafo, editó heroicamente el periódico Crónica, en su ciudad natal, donde también redactó el semanario Tribuna, que dirigía su hermano Saba Miguel Zaragoza, allá por 1921. Más tarde, ambos dirigen y redactan, con Vicente Ruggi, el diario La Opinión.

Luego, anduvo en muchos horizontes, llegó hasta el Chaco, fue secretario de la Municipalidad de Diamante y funcionario del Ministerio de Trabajo y Previsión, en Paraná, hasta jubilarse. Ocasionalmente publicaba sus poemas en hojas de la provincia y en los diarios La Capital (Rosario) y Democracia (Buenos Aires), en la revista Fray Mocho y fue incluido en la antología Entre Ríos Cantada, de Luis Alberto Ruiz (1955).  

Yo quiero este paisaje de Bajada

Yo quiero este paisaje de Bajada
con sus ranchitos y su caserío
y el rumor de la suave marejada
que viene desde el río:
las redes limpias de sus pescadores,
sus muelles olvidados,
y ese aroma de islas que me llega
en una bocanada.

Yo quiero este paisaje de Bajada
con sus ranchitos y su caserío...
Mi cuna se meció por estas playas
en lejanos octubres
cuando venían los barcos de otros puertos
sin temor a las bravas marejadas
y los hombres cargaban las bodegas
en un vibrar continuo de planchadas,
para después volver hacia Inglaterra.
el Canadá o el África,
llevando la cosecha adormecida
que bajaba lloviendo a las bodegas.

Yo quiero este paisaje de Bajada
con sus ranchitos y su caserío
y el rumor de la suave marejada
que viene desde el río.
Ya casi abandonado
este puerto profundo
hace tiempo que fue para las gentes
canción de paz, y pan para los mundos!

Estibadores

Todos están borrachos. Los viejos bodegones
dicen del canto triste, del dolor proletario.
Duermen en los galpones las bolsas de la estiba,
el guinche es una mano feliz que se despide.

Todos están borrachos. No se acuerdan de nadie...
Beben su negro vaso de sabor peregrino,
ríen, y el placer se enarbola
en la mano que tiembla y en la pupila roja.
Todos están borrachos al final del día sábado:
más tarde habrán bebido el jornal del domingo.

Sin rumbo

Por todos los caminos me iré sin rumbo
bajo una noche suave de plenilunio
aunque por breve sea amarga la vida
y la vida me lleve tumbo tras tumbo,
y tuviera las manos desesperadas
y las venas sin sangre como cortadas
y de todas maneras me hubiera muerto
sin encontrar el rumbo, el aire ni el puerto!

Una mujer

Una mujer extraña, inmaterial y buena,
señuelo de agua pura llena de castidad,
que fuera para todos como una hermana buena
curando las angustias de nuestra soledad.

¿Por ella habré soñado, por ella habré vivido?
pregúntase mi alma al evocarla ya,
y sólo me responden los ecos de un latido
de un corazón enfermo que agonizando está.

No obstante hacia lo ignoto mi espíritu se anima
como un zorzal que tiende sus alas a volar.
Quizá desde lo alto, de lo alto de esta cima
se torne ya más cálida mi voz para cantar. 







Nació en Paraná el 12 de febrero de 1911, pasó su adolescencia aquí y en la entonces Villa de Crespo, donde compartió la vida literaria, de bohemia y creación con Alfredo Martínez Howard, Nicolás Jozami, Miguel Ruiz Moreno, Jacinto Zaragoza, Carmen Segovia García y otros escritores.
Seri viajó por casi todo el país, Uruguay y Brasil, y desde principios de 1932 se radicó en Federación, donde desempeñó la secretaría del Juzgado de Paz. Por razones políticas estuvo exiliado en el Uruguay, más tarde vivió en Tandil y Mar del Plata, dos ciudades donde ejerció el periodismo.
Su obra lírica mereció varias distinciones, en Río Cuarto (1928), Concordia (medalla de oro del Poder Ejecutivo provincial, 1932 y 1943), en Concepción del Uruguay (1951). Obtuvo, como representante de Entre Ríos, un premio del diario metropolitano Clarín. Además publicó centenares de páginas también en prosa, dispersas en varios diarios y revistasd el país. En 1972 regresó a Paraná donde murió en enero de 1976. 


“La Mano”

`Veo aún con patético sentido
la mano aquella que en el piano oscuro
dejó con el temblor de su latido
la mucha pena del adiós seguro.

Fue un instante estelar, sólo advertido
cuando la mano dibujó en el muro
la sombra que no ha muerto en el olvido
y es mi elemento emocional más puro.

Y así cayó la mano temblorosa
sobre el teclado de marfil del piano
que tuvo, a más de música, una rosa.

Silencio, luego. ¡Y el pesar sincero
de aquella mano que fundó en mi mano
la soledad de un corazón entero!


Oda a La Libertad (a Crisólogo Larralde)

Yo no te grito, Libertad: te siento,
fundadora virtual del sentimiento,
son del más claro y del mejor acento.

Y alabo por tu nombre cuanta cosa
tiene la vida de feliz y hermosa,
dueña ya de su fábula dichosa.

Pluralidad que nace de repente
para que el fuego de la sed latente
se apague en honda y cristalina fuente.

Porque tú eres, Libertad, la esencia
de esa dulce y extraña transparencia
que rige el corazón y la conciencia.

Gozo del alma que se empina, y anda
como fundando por la tierra blanda
la gracia limpia que el amor le manda.

Y, en la familia y el hogar, traduce
la paz que alivia, la amistad que luce
y el señero ideal que lo conduce.

Yo, que anduve proscripto por el mundo,
sé lo que vale tu sentir profundo,
tu palor de lucero vagabundo.

Sé también con qué magia intransferible
procuras lo posible y lo imposible,
lo inexpresable de tu ser sensible.

Y cómo, a veces, en el pecho herido,
te deshaces en lágrima y gemido
y apresuras la sangre del latido.

Y ahondas el fervor. Y te le sumas
con tu brillante claridad de espumas,
con tu chorro de sol entre las brumas.

Canción la tuya que con ritmo alado
restablece en la arteria del costado
la emoción de vivir lo que se ha dado.

Y es alegría de victoria pura,
de la entera y vibrante arquitectura
que en la entidad del hombre se inaugura.

Nota, sí, que señala su destino
y afirma en la aspereza del camino
la muy probada condición de trino.

Y, en el seguro porvenir, afianza
la tónica esencial de la esperanza
que todo puede porque todo alcanza.

Y es lábaro y es guía, suerte plena
del sueño fervoroso que la estrena,
liberado por fin de su cadena.

Por eso mismo, Libertad, querida,
te siento, para gloria de la vida
que ha comenzado a restañar mi herida.

Y, en el tamiz del alma, te decanto,
te vigilo, te cumplo y te levanto
con voz de amor y voluntad de canto.

LETANÍA PARA LA SOMBRA AMADA

Cuelga la luna en el cielo
su antigua pompa de vidrio.
Alamos de oro en el valle,
velas de plata en el río…

(La noche vela cono ojos
de niña nuestro destino)

En cada rosa desnuda
baila un fantasma distinto.
Angeles buenos hojean
mi corazón que es un libro…

(La noche vela cono ojos
de hermana nuestro destino)

Amor de todas las cosas
y en la raíz de mi grito.
¡Ah, esta angustia de quererte
y de vivir como vivo!

(La noche vela cono ojos
de novia nuestro destino)

Tu voz amada entretanto
perfuma igual que un Jacinto
¿De qué color tus cabellos?
¿De qué piedad tu cariño?

(La noche vela cono ojos
de esposa nuestro destino)

Mujer, me apoyo en tu pena;
tu amor se apoya en el mío,
¡Nunca me faltes por Dios
que estoy pendiendo de un hilo!

(La noche vela cono ojos
de madre nuestro destino)


FIEBRE

Noche de luna…
Rosal desierto…

Fiebre de angustia
quema el cerebro.
-Extraño osario
de mis Ensueños.-

Y el alma vibra
por sus recuerdos;
lloran de pena
mis pobres sueños…

Noche de luna…
Rosal desierto…

Tétrica calma
de cementerio…
sobre mi vida
dolor intenso…

Extrañas cosas
en el cerebro.
--Caín dormido
que sueña enfermo.--

Noche de luna.

Rosal desierto…

Testimonio final

Celebro mi destino
de sentir como siento
de vivir como vivo,
de morir como muero.

Y porque lo celebro
y soy al fin la nada
de la sombra deun verso
os digo muchas gracias.

Muchas gracias, señor
de la vida y la muerte
de ser apenas esto,
brizna efímera y leve.

Y el de pasar mis días
finales en el mundo
con las manos vacías

y el corazón profundo… 



Nació en La Plata en 1917, pero desde muy pequeño residió en Paraná, donde se educó.
Se graduó de Maestro Nacional en la Escuela Normal de Paraná y luego de profesor en la especialidad Castellano, Literatura y Latín, en el Instituto Nacional del Profesorado Secundario de Paraná en el año 1939, donde después dictó cátedras de Literatura.
Salvo algún circunstancial intervalo, ejerció siempre la docencia en nuestra provincia y también fuera de ella.

Actuó como Decano Organizador de la Facultad de Humanidades de la Universidad del Nordeste y fue Jefe del departamento de Letras en la Escuela Normal de Villa María, Córdoba.
En Paraná editó la revista literaria Sauce, con cuyo pie editorial apareció su libro de versos Fábula encendida (1943).

Escribe en La Nación y figura en la antología 45 poetas argentinos, de David Martínez (1949).
También ocupó cargos públicos en nuestra provincia, entre 1955 y 1958 fue secretaria de educación.
Fue director de Cultura de la Municipalidad en el regreso a la vida democrática en 1983.
Falleció en Paraná el 22 de octubre de 1989.

Mi casa

Yo viví en una casa dibujada
con un lápiz azul tan parecido
al azul de la alfalfa, azul florido
como el naciente azul de la alborada.

He perdido en el cielo mi morada…
y de azul en azul en azul ando
perdido,
buscando aquel portal que está
escondido
para el azul total de la mirada.

Y como no lo encuentro, voy doliente
de glicina a linar, de fuente en
fuente,
solo con mi esperanza por posada.

Picaflores, abejas, mariposas:
ayudadme a buscar entre las rosas
mi casa en tanto azul traspapelada.

Canción paranaense  > AUDIO

CANCIÓN PARANAENSE

Al suelo se viene el cielo
lila del Jacaranda;
al suelo donde va el paso
solitario del soñar.

Con el andar distraído,
pisando las flores va
un amante de la rama
en flor del Jacaranda.

De flor lila se ha vestido
la gracia de Paraná,
y una muchacha acostada
se me antoja la ciudad.

Una muchacha dormida,
-Lila en la flor de la edad-
toda graciosa y curvada,
durmiendo a todo soñar.

No la despiertes, noviembre,
aunque enamorado estás;
déjale en flor ese sueño,
no vayas a recordar
el lila en que se ha dormido
junto al río, la ciudad.


COPLAS DE QUERER SER ÁRBOL
a Emilia Aguirre Paz de Chouhy

¡Un árbol quisiera ser
para sentirme contento
con el follaje en el viento
y hasta la nubes crecer!

Hasta las nubes que van
y sólo van, sin saber
dónde dejarán de ser
nubes y lluvias serán.

Si álamo pudiera ser
allá en mi cumbre tendría
su refugio la tardía
lumbre del atardecer.

Si el ciprés fuera mi suerte,
siglos quisiera vivir:
vivir hasta el porvenir
de la vida y de la muerte.

Por ser pino yo me muero,
pero me muero en salud:
nunca pino de ataúd,
sino pino marinero;

mástil de leve velero
-vagabundo y vagamar-
gozo de sólo pensar
que voy muerto al astillero.

Pero si no es mi destino
el de perderme en el mar,
si es mi destino quedar:
¡no me interesa ser pino!

Ser sauce, para llorar
la pena de no ser pino;
sauce echado en el camino,
que no sabe caminar.

O espinillo campesino
-fragante copa de miel-
o algarrobo de Montiel
-catedral del peregrino-;

o tal vez la casuarina
que la tormenta empaqueta
cuando su copa repleta
de viento a la tierra inclina.

Para una vida tranquila
quiero ser Jacaranda:
ese que dudando está
si es su flor azul o lila...

Mas como (para mi mal)
me gusta lo llano y liso,
de a ratos soy paraíso
- paraíso en el paraisal-

¡Un árbol quisiera ser
para sentirme contento
con el follaje en el viento
y hasta las nubes crecer!

AIRE DEL AIRE
Había un aire en el aire:
dentro de sí mismo andaba
buscándose.

Abandonaba los pájaros,
las nubes abandonaba
el aire.

¿Qué le pasaba a ese aire,
tan sin aire, con ese aire
de nadie?

Las rosas no lo sabían
ni sus mejores amigos,
los árboles.

(Con los ojos melancólicos,
con aquella gracia de aire,
como en el aire....)

Las golondrinas caían;
caían cuerdas, no entendían
el desaire.

(Todo porque el aire andaba,
ensimismado,
buscándose).




Nació el 2 de junio de 1908 en Victoria. Pasó parte de su infancia n el campo y en una pequeña villa: Antelo. Poeta, ensayista, periodista y también peón de campo.
Residió en Nogoyá, donde se inició en las letras y en 1933 en el periodismo de donde pasó al diario El Tiempo, que dirigía Silvano Santander en Paraná. En ese mismo año figuró entre los redactores de El Radical, de Adolfo Perotti; en 1935 en el diario El día y en Alerta, de su ciudad natal. En este último año tuvo lugar la fundación de Círculo de Periodistas de Paraná, cuya comisión lo tuvo como vocal y como presidente. Actuó como delegado de varios congresos de periodistas: Mendoza y San Juan, 1933; de Rosario, 1940; Tucumán y Santiago del Estero, 1957 y Córdoba, 1948. Durante largos años ejerció la secretaría de redacción de El Diario, Paraná donde dirigió la página literaria.
Su libro Pájaros de nuestra tierra recibió el segundo premio de la Comisión Nacional de Cultural, 1943-1944. Fundador y presidente del Centro de Estudios Folclóricos de Paraná. Ha dado conferencias sobre temas folclóricos, literarios y culturales en numerosas ciudades de Entre Ríos, en Santa Fe y en la Capital Federal. Hombre de pueblo en todo sentido de la palabra, Marcelino M. Román, desde su primer libro, hasta el último ha trasvasado en poesía a esas criaturas que menos resistencia ofrecen a las fuerzas concretas y abstractas que las rodean, insaciables e incesantes. Pero si fue el poeta de la angustia de la gente sin horizonte, también ha sabido expresar esperanza.
Falleció en Paraná en 1981.

Canción dispersa

No lo malquieras al río
que en sus ondas va mi voz;
por la luz anda mi canto:
no protestes contra el sol;
nada digas contra el viento
que te lleva mi canción.

Canta entre agudas espinas
el milagro de la flor,
y flora un himno disperso,
un amoroso rumor;
con el humano latido
la cósmica pulsación.

En el ruido o el silencio
te  llama un fraterno son,
un melodioso lucero,
un pájaro anunciador
un mensaje que procura
llegar a tu corazón.

Canción matinal

Mañana suelta en proyectos
y sendas emocionadas
luz que aguija las bandadas
y el latir de los insectos.

Cruzada de trino y vuelo
la brisa besa el rocío,
la tierra aprende a ser río,
el río aprende a ser cielo.

En Puerto Sánchez empieza
a bullir infantil corro
y los ranchitos del Morro
sacan lustre a su pobreza.

En avivar lentas fraguas
de estío, ya el sol se empeña
y  la gente ribereña
en diálogo con las aguas.

Aunque en oscuros destinos
se agita la vida incierta
aquí también está abierta
la rosa de los caminos.

El biguá

El cuerpo largo cubierto
de una vestimenta oscura;
fino cuello, pico fuerte
con la extremidad ganchuda.
Para su nido, entre arbustos
un lugar costero busca;
el nido es de ramas secas
con alguna que otra pluma;
la nidada es un tesoro
que celestamente alumbra.
Troncos que lentos navegan
como balsas vagabundas,
suelen sostener bandadas
que a secarse al sol se juntan.
La bandada en vuelo forma
larga hilera que se aguza
con apariencia de proa
que lleva un guía en la punta.
En zambullón, nado y vuelo,
acopia fama segura.
Es desconfiado y observa
todo cuanto le circunda,
obrando rápido apenas
un peligro se insinúa.
En su libertad se afinca;
en sus virtudes se escuda.
Enamorado del agua
donde tiene su fortuna,
en el agua diaria escribe
la familiar aventura
y por arroyos y ríos
sus alegrías pronuncia.

El tero

Picazo-overo, alertero,
el tero de buena pinta,
alto, erguido y adornado
con airón de pluma fina.
Junta en sus modalidades
la audacia con la malicia
y quiere arreglarlo todo
con su grito y su política.
Arrimado a las aguadas,
en tierra baja se afinca,
donde con su buen discurso
halla lo que necesita.
Ni árbol, ni cueva, ni hueco
ni matorral lo cobijan;
quiere el horizonte abierto
y al raso para la vida.
Pone tres huevos overos
en el hoyo donde anida
y a veces unas virutas
de resaca al nido arrima.
Para ocultar la nidada
muchas mañas utiliza,
agachadas y amenazas
y graciosas picardías.
Saluda atento a los perros
aunque no le simpatizan
y pronto lleva sobre ellos
acrobacias agresivas,
o al carancho pone en fuga
con ágil acometida.
El rojo espolón del ala
es un arma siempre lista.
Siempre al tope de la noche
su bulliciosa vigilancia.
Tero, qué tero alertero
que por cualquier cosa grita.



Nació en Puerto Ruiz, Gualeguay, el 11 de junio de 1896, a los tres años su familia se trasladó a Villaguay porque su padre era administrador de una estancia en General Racedo.

Desde muy niño a Juanele lo atrajo el paisaje montielero, se bañaba en los tajamares, observaba los pájaros y escuchando su canto, se quedaba largo tiempo, extasiado. Miraba los amaneceres, subido a los árboles del monte, descubriendo allí el zorzal, la calandria, el boyero, la tacuarita.
Esos años los marcaron para siempre. En toda su poesía una y otra vez volverá sobre aquel paisaje de su infancia. Y maduro, regresará a Villaguay, recreando esos momentos de los primeros años en una vidalita Vidalita de la vuelta, que fue musicalizada por Walter Heinze.
Cursó en Villaguay la escuela primaria. Luego su familia retornó a Gualeguay, donde Juan comienza y no termina el Magisterio. Es en su ciudad natal donde comienza a leer incansablemente y a tomar contacto con los principales poetas del mundo. Es aquí también donde inicia su relación con los que habrán de ser algunos de sus grandes amigos. Carlos Mastronardi, el músico Isidro Maiztegui y el pintor Cesáreo Quirós.

En Gualeguay conoce a la que será la compañera de toda su vida, doña Gerarda Irazusta, y escribe el hermoso poema Ella iba de pana azul. En ese momento Gerarda tiene 14 y Ortiz 22.
Estando en Gualeguay se produce la Revolución Rusa, en 1917, Juanele adhiere a esas ideas y se ilusiona con el nuevo mundo que se anunciaba.
Es por entonces que comienza a trabajar en el Registro Civil, donde llega a ser jefe, al igual que del Juzgado de Paz.
Al jubilarse, alrededor de 1940, se traslada a Paraná. Vive en una modesta casa en calle Tucumán, cerca al Parque Urquiza, en la que lo visitaron, entre otros, Juan Ramón Jiménez, Margarita Xirgus, María Teresa de León, Rafael Alberti y Pedro López Lagard.
Luego se traslada a la casa del final de calle Buenos Aires, en un balcón sobre el río junto a Gerarda y su hijo Evar. Allí es donde escribe el conocido poema Fui al río.
La Fundación para la Poesía le otorga un importante premio que ha de recibir en Buenos Aires, compartido con su amigo Raúl González Tuñón.  Allí es rodeado por poetas y artistas ansiosos por escuchar su palabra, su sabiduría. En esa ocasión se reencuentra con viejos amigos como el mítico coronel de la República Española, Francisco Galán, aquel de la copla “Habremos de tomar el puente/par que cruce Galán con su columna valiente…!”

Falleció en Paraná el 2 de septiembre de 1978. Los restos de Juan L. Ortiz descansan en el cementerio de Gualeguay, junto a los de Gerarda Irazusta.  

Ella iba de pana azul

Ella iba de pana azul entre las
Manzanillas. Ella.
La mañana pesaba ya, dulcemente.
¿De qué color la sombrilla contra el
Amor de Octubre?

Entre las manzanillas ella iba.
Entre la nieve ardiente ella iba.

¿En qué ligerísima penumbra sus labios florecían?

(Oh sin la penumbra,
toda la abeja del aire,
toda, sobre sus labios…)

Entre las manzanillas ella iba.
La voz, la voz de niña, algo indecisa
aún
Con pudor con cierto pudor, de los
Pétalos ebrios…

Esa edad de Jacinto, ay, ese aire…
Entre las manzanillas ella iba de
pana azul
De un azul más grave que el del
Domingo azul, porque ya era el
destino.

De ojos a veces bajos o turbados…
mi destino.
Mi destino… y yo a su lado, qué?
Ella iba de pana azul entre las
manzanillas. Ella.

En el Parque
-No salgamos del parque todavía…
me rogaba mi ama ante el banal
apremio que el regreso me imponía.
-No salgamos del Parque,
que mi mal

de hastío se fundiera en la alegría
de esta dorada luz primaveral,
tan dulce, que su diáfana armonía,
hace la tarde casi musical. 

No salgamos del parque… hasta la
más
humilde hierba está como transida
de esta delicia clara y extasiada

y ahora soy un ave que esta paz
canta, sobre la rama más subida,
melodiosamente enajenada.

La noche en el arroyo

Infinito, Noviembre, tiembla, tiembla en el agua.

Escucháis la voz de la noche?
De qué es la voz de la noche?
Es de agua o es de flor?
Es de flor y de agua a la vez.

Hagamos un silencio como el de las orillas oscuras
para escuchar esta voz innumerable y tenue.

Seamos vagas orillas de silencio inclinado
o los oídos de la misma noche
abiertos a qué hálito de flor y de agua juntos?

El aguaribay florecido


Muchachas de ojos de flores y de labios de flores.
En la sombra exhalada – ¿de qué su dulce hálito?-
los vestidos ligeros, muy ligeros, con pintas.

Arde de abejas el aguaribay, arde.

Ríen los ojos, los labios, hacia las islas azules
a través de la cortina
de los racimos
pálidos.

Ríen los ojos, los labios. ¿Véis las muchachas o es
la tenue sombra ebria
y bordoneada
que se alucina de muselinas claras
y de otras flores vivas – extrañas flores vivas-
riendo, riendo, riendo hacia las islas?

Muchachas de ojos de flores y de labios de flores.

Arde de abejas el aguaribay, arde.