Nació en Puerto Ruiz, Gualeguay, el 11 de junio de 1896, a los tres años su familia se trasladó a Villaguay porque su padre era administrador de una estancia en General Racedo.

Desde muy niño a Juanele lo atrajo el paisaje montielero, se bañaba en los tajamares, observaba los pájaros y escuchando su canto, se quedaba largo tiempo, extasiado. Miraba los amaneceres, subido a los árboles del monte, descubriendo allí el zorzal, la calandria, el boyero, la tacuarita.
Esos años los marcaron para siempre. En toda su poesía una y otra vez volverá sobre aquel paisaje de su infancia. Y maduro, regresará a Villaguay, recreando esos momentos de los primeros años en una vidalita Vidalita de la vuelta, que fue musicalizada por Walter Heinze.
Cursó en Villaguay la escuela primaria. Luego su familia retornó a Gualeguay, donde Juan comienza y no termina el Magisterio. Es en su ciudad natal donde comienza a leer incansablemente y a tomar contacto con los principales poetas del mundo. Es aquí también donde inicia su relación con los que habrán de ser algunos de sus grandes amigos. Carlos Mastronardi, el músico Isidro Maiztegui y el pintor Cesáreo Quirós.

En Gualeguay conoce a la que será la compañera de toda su vida, doña Gerarda Irazusta, y escribe el hermoso poema Ella iba de pana azul. En ese momento Gerarda tiene 14 y Ortiz 22.
Estando en Gualeguay se produce la Revolución Rusa, en 1917, Juanele adhiere a esas ideas y se ilusiona con el nuevo mundo que se anunciaba.
Es por entonces que comienza a trabajar en el Registro Civil, donde llega a ser jefe, al igual que del Juzgado de Paz.
Al jubilarse, alrededor de 1940, se traslada a Paraná. Vive en una modesta casa en calle Tucumán, cerca al Parque Urquiza, en la que lo visitaron, entre otros, Juan Ramón Jiménez, Margarita Xirgus, María Teresa de León, Rafael Alberti y Pedro López Lagard.
Luego se traslada a la casa del final de calle Buenos Aires, en un balcón sobre el río junto a Gerarda y su hijo Evar. Allí es donde escribe el conocido poema Fui al río.
La Fundación para la Poesía le otorga un importante premio que ha de recibir en Buenos Aires, compartido con su amigo Raúl González Tuñón.  Allí es rodeado por poetas y artistas ansiosos por escuchar su palabra, su sabiduría. En esa ocasión se reencuentra con viejos amigos como el mítico coronel de la República Española, Francisco Galán, aquel de la copla “Habremos de tomar el puente/par que cruce Galán con su columna valiente…!”

Falleció en Paraná el 2 de septiembre de 1978. Los restos de Juan L. Ortiz descansan en el cementerio de Gualeguay, junto a los de Gerarda Irazusta.  

Ella iba de pana azul

Ella iba de pana azul entre las
Manzanillas. Ella.
La mañana pesaba ya, dulcemente.
¿De qué color la sombrilla contra el
Amor de Octubre?

Entre las manzanillas ella iba.
Entre la nieve ardiente ella iba.

¿En qué ligerísima penumbra sus labios florecían?

(Oh sin la penumbra,
toda la abeja del aire,
toda, sobre sus labios…)

Entre las manzanillas ella iba.
La voz, la voz de niña, algo indecisa
aún
Con pudor con cierto pudor, de los
Pétalos ebrios…

Esa edad de Jacinto, ay, ese aire…
Entre las manzanillas ella iba de
pana azul
De un azul más grave que el del
Domingo azul, porque ya era el
destino.

De ojos a veces bajos o turbados…
mi destino.
Mi destino… y yo a su lado, qué?
Ella iba de pana azul entre las
manzanillas. Ella.

En el Parque
-No salgamos del parque todavía…
me rogaba mi ama ante el banal
apremio que el regreso me imponía.
-No salgamos del Parque,
que mi mal

de hastío se fundiera en la alegría
de esta dorada luz primaveral,
tan dulce, que su diáfana armonía,
hace la tarde casi musical. 

No salgamos del parque… hasta la
más
humilde hierba está como transida
de esta delicia clara y extasiada

y ahora soy un ave que esta paz
canta, sobre la rama más subida,
melodiosamente enajenada.

La noche en el arroyo

Infinito, Noviembre, tiembla, tiembla en el agua.

Escucháis la voz de la noche?
De qué es la voz de la noche?
Es de agua o es de flor?
Es de flor y de agua a la vez.

Hagamos un silencio como el de las orillas oscuras
para escuchar esta voz innumerable y tenue.

Seamos vagas orillas de silencio inclinado
o los oídos de la misma noche
abiertos a qué hálito de flor y de agua juntos?

El aguaribay florecido


Muchachas de ojos de flores y de labios de flores.
En la sombra exhalada – ¿de qué su dulce hálito?-
los vestidos ligeros, muy ligeros, con pintas.

Arde de abejas el aguaribay, arde.

Ríen los ojos, los labios, hacia las islas azules
a través de la cortina
de los racimos
pálidos.

Ríen los ojos, los labios. ¿Véis las muchachas o es
la tenue sombra ebria
y bordoneada
que se alucina de muselinas claras
y de otras flores vivas – extrañas flores vivas-
riendo, riendo, riendo hacia las islas?

Muchachas de ojos de flores y de labios de flores.

Arde de abejas el aguaribay, arde.



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