Nació en Paraná, el 25 de mayo de 1917. Egresó como profesor en la especialidad Castellano y Literatura del Instituto Nacional del Profesorado Secundario de su ciudad natal. Dictó en esta alta casa de estudios Literatura Meridional.


Integró el movimiento poético de la revista “Canto”, de Buenos Aires, desde 1940. Fue periodista y catedrático en la Universidad de Cuyo, continuó allí, sus publicaciones. Publicó “La casa muerta” (1940), y “Elegías de San Miguel”  (1944) “Cantos para el atardecer de una diosa” (1954). Falleció en Mendoza el 21 de octubre de 1975.


La amiga

Las campanas de San Miguel suenan lejanamente para nosotros esta tarde
es que de pronto comprendemos que algo antiguo y hermoso
triste como el amor y su castigo, cae
entre esa luz con campanas y rosas.

El árbol del verano verá llegar el fulgor otoñal
y de nuevo sonarán las campanas de San Miguel en las soledades del domingo.
¿En dónde buscaré entonces tu corona de nieve?
¿En dónde, en dónde tu reclinada azucena de amor y dulce frío?

Alguien me dice que tu belleza dura aún esta tarde.
¡Tu belleza! ¡tu belleza! ¡Dónde estará cuando en los días taciturnos
reposen entre hiedras las estatuas de fuego?

La fuente mece el cielo espléndido de Enero.
Cuando llegue el otoño las hojas dirán la canción de los reyes olvidados.

Las campanas de San Miguel suenan sobre las rosas del domingo.
Mueres despacio a las cuatro de la tarde inmóvil.
Comprendo que me estoy quedando solo.

Drama

I

Por el agua iba un navío.
Iba por el agua del río.

Fuérame yo en ese barco;
fuérame por el agua del río,
si no estuviera aquí preso
muerto de amor en la orilla

besando labios perdidos.
¿De quién? ¿En qué falsa orilla?

Fuérame por el agua del río.

II

No subas en esa nave
porque está muerta esa nave.

Velas no tiene ni tiene
marinero que la mande.

No subas amor a esa nave.

Nave de madera amarga
con un rey muerto, amarillo.
No subas en esa nave.

Río de peces que gimen,
¿adónde irá ese barco sin marino?

No va hacia donde van
los navíos.

(El viento apaga el crepúsculo).
No subas en esa nave
que va muerta por el río.


Si vuelvo a Paraná

Si vuelvo a Paraná me estarás esperando
y veré la glicina querida que conoces.
En el ocaso inmenso estarás conversando
con mis sombras de entonces, con mis lejanas voces.

El zaguán con hortensias volverá repetido.
Entraré lentamente y alguien cerrará el piano
y seré como un sueño en el patio perdido
donde un día reímos tomados de la mano.

Si vuelvo a Paraná te contaré mi vida
mirando aquel antiguo jacarandá que es mío.
Me mostrarás la tarde lentamente abolida
y una estatua con rosas, desnuda, junto al río.

Me dirás que los años han pasado, que, a veces
alguien regresa y abre unos libros, llorando.
Detrás de las hortensias la amada que me ofreces
interminablemente me seguirá esperando.

Si vuelvo a Paraná veré la primavera
que nace entre los hombres justos que he conocido
y una botella rota confirmará la espera
del relámpago quieto de un cuchillo caído.

Recordaré sus nombres, sus rostros memorables,
gravemente estarán sentados en la plaza
y vendrán en los largos ocasos entrañables
hasta la esquina oscura donde estaba mi casa.

Así será si vuelvo a Paraná algún día.
La vehemente glicina repetirá los graves
crepúsculos ornados. Y tu melancolía
me tenderá las manos de olvido. Con las llaves. 

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