Galo Zaragoza nació en Paraná el 17 de octubre de 1904 y
murió en Paraná el 31 de marzo de 1965. Dentro de estas dos fechas se inscribe
una vida modesta, altamente sacrificada y doliente, que sólo tuvo en su
transcurso difícil y en sus tan dolorosas etapas finales, la confortación de la Poesía.
Vestido con el mandil de tipógrafo, editó heroicamente el
periódico Crónica, en su ciudad
natal, donde también redactó el semanario Tribuna,
que dirigía su hermano Saba Miguel Zaragoza, allá por 1921. Más tarde, ambos
dirigen y redactan, con Vicente Ruggi, el diario La
Opinión.
Luego, anduvo en muchos horizontes, llegó hasta el Chaco,
fue secretario de la
Municipalidad de Diamante y funcionario del Ministerio de
Trabajo y Previsión, en Paraná, hasta jubilarse. Ocasionalmente publicaba sus
poemas en hojas de la provincia y en los diarios La
Capital (Rosario) y Democracia
(Buenos Aires), en la revista Fray Mocho
y fue incluido en la antología Entre Ríos
Cantada, de Luis Alberto Ruiz (1955).
Yo quiero este paisaje de Bajada
Yo quiero este paisaje de Bajada
con sus ranchitos y su caserío
y el rumor de la suave marejada
que viene desde el río:
las redes limpias de sus pescadores,
sus muelles olvidados,
y ese aroma de islas que me llega
en una bocanada.
Yo quiero este paisaje de Bajada
con sus ranchitos y su caserío...
Mi cuna se meció por estas playas
en lejanos octubres
cuando venían los barcos de otros puertos
sin temor a las bravas marejadas
y los hombres cargaban las bodegas
en un vibrar continuo de planchadas,
para después volver hacia Inglaterra.
el Canadá o el África,
llevando la cosecha adormecida
que bajaba lloviendo a las bodegas.
Yo quiero este paisaje de Bajada
con sus ranchitos y su caserío
y el rumor de la suave marejada
que viene desde el río.
Ya casi abandonado
este puerto profundo
hace tiempo que fue para las gentes
canción de paz, y pan para los mundos!
Estibadores
Todos están borrachos. Los viejos bodegones
dicen del canto triste, del dolor proletario.
Duermen en los galpones las bolsas de la estiba,
el guinche es una mano feliz que se despide.
Todos están borrachos. No se acuerdan de nadie...
Beben su negro vaso de sabor peregrino,
ríen, y el placer se enarbola
en la mano que tiembla y en la pupila roja.
Todos están borrachos al final del día sábado:
más tarde habrán bebido el jornal del domingo.
Sin rumbo
Por todos los caminos me iré sin rumbo
bajo una noche suave de plenilunio
aunque por breve sea amarga la vida
y la vida me lleve tumbo tras tumbo,
y tuviera las manos desesperadas
y las venas sin sangre como cortadas
y de todas maneras me hubiera muerto
sin encontrar el rumbo, el aire ni el puerto!
Una mujer
Una mujer extraña, inmaterial y buena,
señuelo de agua pura llena de castidad,
que fuera para todos como una hermana buena
curando las angustias de nuestra soledad.
¿Por ella habré soñado, por ella habré vivido?
pregúntase mi alma al evocarla ya,
y sólo me responden los ecos de un latido
de un corazón enfermo que agonizando está.
No obstante hacia lo ignoto mi espíritu se anima
como un zorzal que tiende sus alas a volar.
Quizá desde lo alto, de lo alto de esta cima
se torne ya más cálida mi voz para cantar.