Nació en Paraná el 12 de febrero de 1911, pasó su adolescencia aquí y en la entonces Villa de Crespo, donde compartió la vida literaria, de bohemia y creación con Alfredo Martínez Howard, Nicolás Jozami, Miguel Ruiz Moreno, Jacinto Zaragoza, Carmen Segovia García y otros escritores.
Seri viajó por casi todo el país, Uruguay y Brasil, y desde principios de 1932 se radicó en Federación, donde desempeñó la secretaría del Juzgado de Paz. Por razones políticas estuvo exiliado en el Uruguay, más tarde vivió en Tandil y Mar del Plata, dos ciudades donde ejerció el periodismo.
Su obra lírica mereció varias distinciones, en Río Cuarto (1928), Concordia (medalla de oro del Poder Ejecutivo provincial, 1932 y 1943), en Concepción del Uruguay (1951). Obtuvo, como representante de Entre Ríos, un premio del diario metropolitano Clarín. Además publicó centenares de páginas también en prosa, dispersas en varios diarios y revistasd el país. En 1972 regresó a Paraná donde murió en enero de 1976. 


“La Mano”

`Veo aún con patético sentido
la mano aquella que en el piano oscuro
dejó con el temblor de su latido
la mucha pena del adiós seguro.

Fue un instante estelar, sólo advertido
cuando la mano dibujó en el muro
la sombra que no ha muerto en el olvido
y es mi elemento emocional más puro.

Y así cayó la mano temblorosa
sobre el teclado de marfil del piano
que tuvo, a más de música, una rosa.

Silencio, luego. ¡Y el pesar sincero
de aquella mano que fundó en mi mano
la soledad de un corazón entero!


Oda a La Libertad (a Crisólogo Larralde)

Yo no te grito, Libertad: te siento,
fundadora virtual del sentimiento,
son del más claro y del mejor acento.

Y alabo por tu nombre cuanta cosa
tiene la vida de feliz y hermosa,
dueña ya de su fábula dichosa.

Pluralidad que nace de repente
para que el fuego de la sed latente
se apague en honda y cristalina fuente.

Porque tú eres, Libertad, la esencia
de esa dulce y extraña transparencia
que rige el corazón y la conciencia.

Gozo del alma que se empina, y anda
como fundando por la tierra blanda
la gracia limpia que el amor le manda.

Y, en la familia y el hogar, traduce
la paz que alivia, la amistad que luce
y el señero ideal que lo conduce.

Yo, que anduve proscripto por el mundo,
sé lo que vale tu sentir profundo,
tu palor de lucero vagabundo.

Sé también con qué magia intransferible
procuras lo posible y lo imposible,
lo inexpresable de tu ser sensible.

Y cómo, a veces, en el pecho herido,
te deshaces en lágrima y gemido
y apresuras la sangre del latido.

Y ahondas el fervor. Y te le sumas
con tu brillante claridad de espumas,
con tu chorro de sol entre las brumas.

Canción la tuya que con ritmo alado
restablece en la arteria del costado
la emoción de vivir lo que se ha dado.

Y es alegría de victoria pura,
de la entera y vibrante arquitectura
que en la entidad del hombre se inaugura.

Nota, sí, que señala su destino
y afirma en la aspereza del camino
la muy probada condición de trino.

Y, en el seguro porvenir, afianza
la tónica esencial de la esperanza
que todo puede porque todo alcanza.

Y es lábaro y es guía, suerte plena
del sueño fervoroso que la estrena,
liberado por fin de su cadena.

Por eso mismo, Libertad, querida,
te siento, para gloria de la vida
que ha comenzado a restañar mi herida.

Y, en el tamiz del alma, te decanto,
te vigilo, te cumplo y te levanto
con voz de amor y voluntad de canto.

LETANÍA PARA LA SOMBRA AMADA

Cuelga la luna en el cielo
su antigua pompa de vidrio.
Alamos de oro en el valle,
velas de plata en el río…

(La noche vela cono ojos
de niña nuestro destino)

En cada rosa desnuda
baila un fantasma distinto.
Angeles buenos hojean
mi corazón que es un libro…

(La noche vela cono ojos
de hermana nuestro destino)

Amor de todas las cosas
y en la raíz de mi grito.
¡Ah, esta angustia de quererte
y de vivir como vivo!

(La noche vela cono ojos
de novia nuestro destino)

Tu voz amada entretanto
perfuma igual que un Jacinto
¿De qué color tus cabellos?
¿De qué piedad tu cariño?

(La noche vela cono ojos
de esposa nuestro destino)

Mujer, me apoyo en tu pena;
tu amor se apoya en el mío,
¡Nunca me faltes por Dios
que estoy pendiendo de un hilo!

(La noche vela cono ojos
de madre nuestro destino)


FIEBRE

Noche de luna…
Rosal desierto…

Fiebre de angustia
quema el cerebro.
-Extraño osario
de mis Ensueños.-

Y el alma vibra
por sus recuerdos;
lloran de pena
mis pobres sueños…

Noche de luna…
Rosal desierto…

Tétrica calma
de cementerio…
sobre mi vida
dolor intenso…

Extrañas cosas
en el cerebro.
--Caín dormido
que sueña enfermo.--

Noche de luna.

Rosal desierto…

Testimonio final

Celebro mi destino
de sentir como siento
de vivir como vivo,
de morir como muero.

Y porque lo celebro
y soy al fin la nada
de la sombra deun verso
os digo muchas gracias.

Muchas gracias, señor
de la vida y la muerte
de ser apenas esto,
brizna efímera y leve.

Y el de pasar mis días
finales en el mundo
con las manos vacías

y el corazón profundo… 

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