Nació en Don Cristóbal, Entre Ríos, el 16 de agosto de 1903. Sus estudios lectivos fueron muy pocos. Terminó la escuela primaria, lo que no le impidió adquirir amplios conocimientos mediante buenas y profundas lecturas de autodidacta; preparación que lo convirtió en propulsor de la cultura, sobre todo las letras, en los lugares que residió: Crespo y Paraná. En esta ciudad fundó la agrupación literaria “Vértice”, de la que fue su primer presidente, así como las revistas “Rumbos” y “Libre verbo”. En diversas épocas ha publicado sus poemas en “La Nación”, “La Prensa”, “Democracia” y “La Capital”, de Rosario, así como en “El Diario” de Paraná y en otros del interior de Entre Ríos y revistas “Mundo Argentino” y “El Hogar”. Presidió el Sindicato de Escritores de Entre Ríos.
Publicó en 1938, su único libro “Poesías de mi Aldea”, mimeografiado por Ediciones “Comarca”, fundada por Amaro Villanueva.
Ha obtenido numerosos premios en concursos de poesías y un primer premio en un concurso de cuentos organizado por una entidad cultural de Victoria.

MAÑANA (de “Poesías de mi Aldea”)

Se despierta la aldea, y un cacarear sonoro
hace coro al bullicio de la vida que empieza;
un buey octogenario mastica su pereza
mientras mira a las vacas con paternal decoro.

El suelo húmedo escarban las pezuñas de un toro
mientras brama su alarde de indomable fiereza;
Júpiter se ha metido dentro de su cabeza
y sueña con Europa la de las trenzas de oro.

Cantando alegremente, Juana la campesina,
con su garbo y sus baldes al corral se encamina,
y hay claveles y rosas en su cara risueña;

En la ubre blanda y tibia hunde su breve mano,
y el sol rubio y lascivo deja un beso pagano
en su seno más blanco que la leche que ordeña.

TARDE (de “Poesías de mi Aldea”)

La tarde en su paleta raros colores junta
para adornar su traje de exóticos dibujos,
y en la sombra dos pinos, son dos frailes cartujos
que perforan el cielo con sus gorros en punta.

Con el dedo en los labios detiene una pregunta
el molino esquelético de cambiantes reflujos;
en el hogar, la abuela cuenta un cuento de brujos
con sabor a leyenda que mil años trasunta.

Entre la hierba oculta, la sonata de un grillo
corta el silencio adusto con musical cuchillo:
las luciérnagas vuelan como alados diamantes.

Y del bosque que finge un fantasmal castillo
sale la luna llena, y en su disco amarillo,

Jesús, José y María van caminando errantes.

Siesta de aldea

Se adormece la aldea bajo una siesta de oro,
mecida por el áspero canto de la cigarra;
y a robar de las uvas el morado tesoro
una oruga ladrona va subiendo a la parra.

Con su pico curvado como un alfanje, el loro,
que bajo un sol de fuego su plumaje achicharra.
tiene el perfil adusto de un caballero moro
escuchando impasible la guerrera fanfarria.

Bostezando su tedio abre la boca el pozo;
un pollo inicia un flirt, mirando receloso
al gallo que le acecha con instinto asesino,

y camino del charco, dejando el garabato
de una escritura china, va caminando un pato,
y es un burgués rechoncho que se marcha al casino.

COMO EN EL MURO LA HIEDRA

Tiempo de tu vida en flor,
tiempo de tu primavera;
el aire con voz de nardos
se te quedaba en las trenzas
y un regalo de claveles
pintaba tu boca fresca.

Tiempo de mis cielos claros;
tiempo de tus quince estrellas,
treinta y tres muertes divinas
sumaban nuestras presencias,
años que para la vida
eran treinta y tres banderas
Arroyito para niños
cantador y de aguas frescas,
en tu sangre de cristal
bailaban claras estrellas.

Delgada en filo de tiempo
te sutiliza la ausencia;
ya un temblor de lirios altos
te hermana con la quimera
y un blanco olvido de luna
me dice que ya estás muerta.

¿Qué fue de la dulce niña
rosa entre rosas trigueñas?
¿Vida sutil de agua y viento
y presencia de banderas,
motivo de mariposas
volando en la primavera?
¡Ay, está en mi corazón

como en el muro la hiedra!

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